Posted: 28 Jan 2015 11:55 AM PST
Me
costó despertarme esa fría mañana de enero, pero al final pude
lograrlo. Cada día me resulta más difícil hacerlo. Cuando uno de mis
doctorandos me estaba llevando por uno de los patios más soleados de la
Universidad de Cambridge hacia el Departamento de Matemática Aplicada y
Física Teórica tuve una agradable sorpresa. Una antigua alumna, que está
haciendo el Doctorado en Física en el Instituto Isaac Newton, se ha
acercado a mi silla de ruedas y me ha saludado. He notado perfectamente
su mano caliente sobre la mía porque su radiación infrarroja ha
penetrado levemente en la epidermis de mi mano. A causa de mi esclerosis
lateral amiotrófica, mis extremidades están casi siempre frías, sobre
todo las manos y los pies.
Recuerdo
a Sharon Whiterspoon, una joven de cabello pelirrojo y manos blancas.
Me envió un correo hace unos meses. Decía muy educadamente que en el
artículo que me habían publicado en la prestigiosa revista Cosmological
Letters (era una de las revistas mejor clasificada en el campo de la
Cosmología, lo que en la jerga de los físicos se llama una revista del
primer cuartil, una Q1), ella creía que había un pequeño error en el
cálculo del Radio de Schwarzschild de un agujero negro y en la radiación
de partículas subatómicas que emite hasta que se evapora.
Nunca
hay que desoír los comentarios de los jóvenes, por lo que repetí los
cálculos, sobre todo las integrales en nueve dimensiones necesarias para
obtener dicho radio. Tardé casi dos días, pero ella tenía razón, me
había comido un 2, ese maldito 2 que siempre aparece al considerar el
espín de los fermiones. Lo había pasado por alto y no era la primera
vez. Publiqué con ella un Comment en la misma revista y desde entonces
todos los 8 de enero Sharon me envía una rosa roja por mi cumpleaños.
Ella sabe que me encantan desde que las descubrí hace años en
Xochimilco, la Venecia mexicana, cuando me invitaron a dar una charla
sobre Cosmología en la ciudad de México y mis colegas del Instituto
Politécnico Nacional (IPN) me llevaron allí, después de ver el Museo de
Frida Kahlo, en el barrio de Coyoacán. ¡Cuántas coincidencias entre
Frida y yo!
Con el olfato que me ha caracterizado casi siempre,
predigo que Sharon será galardonada con el Premio Nobel de Física dentro
de 25 o 30 años por sus estudios sobre la materia oscura y los agujeros
de gusano, que han sido una de mis grandes contribuciones a la Física;
pero ella las está enriqueciendo, como cuando logramos deducir que la
temperatura de un agujero negro es inversamente proporcional a su masa.
Se me ocurrió el concepto de agujero de gusano, siguiendo la idea del
físico austríaco Ludwig Flamm, mientras uno de mis hijos comía una
manzana y en un bocado vio medio gusano en la manzana. Tengo que
reconocer que el término agujero negro no es mío, se le ocurrió al
físico americano John Wheeler en 1967. A mí ese nombre me pareció
apropiado e incluso sugerente.
Estos agujeros tan especiales
podrían permitirnos algún día unir unos universos con otros. Serían como
atajos a través de los que podríamos conectar puntos espacio temporales
diferentes. Nos permitirían viajar al pasado y al futuro, se comportan
como si fueran periscopios que nos dan la posibilidad de asomarnos al
otro lado. La dimensión temporal la podríamos recorrer como si fuera un
pasillo, hacia delante y hacia detrás. El pasado podría ser un cañón y
el futuro una montaña.
En contra de las posibilidades de Sharon
juega que todo lo que se deduce de la gran Teoría General de la
Relatividad de Albert Einstein es muy complicado -por no decir
imposible- de comprobar experimentalmente. Cuando los telescopios que
tenemos en órbita empiecen a mandarnos una cantidad ingente de datos de
lo que “ven”, la cosa puede cambiar. También tengo la seguridad de que
yo moriré sin recibir este codiciado Premio porque lo que yo hago no
podrá demostrarse mientras yo esté vivo. Y los Premios Nobel no pueden
concederse a los fallecidos. No temo a la muerte, soy un viejo físico y
sólo temo al tiempo. No lo recibiré y, sin embargo, lo merezco. Lo
merezco con toda seguridad y certeza. De repente me he entristecido,
pero este desazonador pensamiento con un parpadeo lo borro.
Al
contrario de lo que piensa mucha gente, mi postración me ha permitido
avanzar en el campo de la Ciencia. He disfrutado mucho estando solo,
solo con mi silla de ruedas y mis pensamientos; aunque tengo que
reconocer que eso me ha alejado de la segunda cosa que más me gustaba, y
todavía me gusta, las mujeres inteligentes. Como no he podido elegir,
tampoco lo lamento, es verdad que lo echo de menos, pero no lo lamento.
He disfrutado lo que he podido, mucho o poco depende de con qué lo
compare, y estoy empezando a olvidarlo. Aunque algunas noches antes de
dormir mi cerebro se entretiene un rato rebuscando esos recuerdos; pero
el sueño le vence y la oscuridad me permite descansar cerca de cuatro
horas diarias.
Estoy deseando que acabe mi fiesta de cumpleaños
porque no puedo usar mi cerebro al cien por cien. Mientras yo sea el
halagado necesito aparentar amabilidad con las personas que se me
acercan. Debo dedicarles parte de mi hemisferio izquierdo para mirarles,
para no ser descortés. Mientras tanto, mi hemisferio derecho hace
cálculos; pero el exceso de luz molesta a mis debilitados ojos, me
gustaría ponerme las gafas de sol que compré en mi última visita a
Valencia, pero lo cierto es que no sé dónde están. Cuando me suban al
coche ya podré concentrarme en un problema que nos ha consumido a muchos
físicos durante mucho tiempo. Quiero intentar comprender y describir
cómo evoluciona el Universo, quiero saber si va a continuar en
expansión, después de su gran explosión, o bien se va a frenar y empezar
a contraerse. Me urge saber si dios es necesario; no si existe, sólo si
es necesario. Según el poeta Robert Frost, algunos dicen que el mundo
terminará con fuego, otros dicen que con hielo. Tengo que volver a
concentrarme para pensar sobre estos conceptos.
Como decía
Albert, “si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Por
eso estoy pensando en una variante de los agujeros gusano que puedan
tener un doble disco de acreción toroidal; pero todavía no sé cómo
denominarlos. Creo que estaría bien llamarles agujeros… ¿Spoon? Lo
pensaré un poco más. No quiero que ella sepa lo que yo sé.
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